¿Por qué necesitamos una transición justa?
Existen dos factores básicos que son claves para entender la necesidad de abogar por una transición justa en la actualidad y cuáles son las principales dificultades que existen a la hora de renovar el sistema energético.
1. Efectos colaterales
En primer lugar, es importante entender que lo que se busca con la transición es pasar de un modelo basado en la utilización de combustibles fósiles, a uno más sostenible con las fuentes de energía renovable como protagonistas. Ahora bien, realizar cambios estructurales en los modelos energéticos conlleva siempre efectos colaterales y no tenemos más que echar un vistazo a los precedentes históricos como, por ejemplo, el cierre de las minas de carbón, para ver que en las regiones cuya economía está directamente relacionada con estas actividades, aparecen muchos desafíos cuando sus industrias desaparecen.
En la actualidad existe un gran número de economías en todo el mundo que tienen como pilar la producción, el tratamiento y la comercialización de combustibles fósiles, tales como el petróleo o el gas natural. Si lo que se busca es que estas industrias poco a poco vayan desapareciendo, todos estos países, empresas y compañías altamente dependientes de estas actividades van a encontrarse con problemas muy serios si no gestionan adecuadamente el cambio de modelo. No solo va a disminuir su carga de trabajo hasta que finalmente desaparezca su producción, sino que también se va a producir un desequilibrio en su estructura económica, social y sus oportunidades de desarrollo.
Las personas que dependen directamente de estas industrias tendrán que afrontar consecuencias como la pérdida de sus empleos, la disminución de su capacidad económica, así como una reducción importante de su bienestar y de su calidad de vida. También puede haber consecuencias sobre el área en la que residen, al convertirse en zonas de declive poblacional por no haber oportunidades laborales y que se desmorone la cohesión de toda la comunidad debido a la precariedad y la desigualdad. Además, habría muchas reticencias a aplicar en el futuro más cambios para avanzar en la transición, viendo lo que ha supuesto para ellos y para el deterioro de su forma de vida.
2. Desigualdades económicas y sociales
Otro punto importante es que no todos los países ni regiones se enfrentan a la transición energética en igualdad de oportunidades ni con las mismas posibilidades de éxito. Como suele ocurrir, los países más ricos lideran el camino e imponen las decisiones más convenientes para sus propósitos, olvidándose de que hay otros estados que necesitan apoyo para iniciar los cambios necesarios y paliar las consecuencias negativas que se puedan producir.
En estas economías más pudientes la transición puede ofrecer numerosos beneficios al apostar por la diversificación energética y las renovables, creando nuevos puestos de trabajo verdes, ganando en una mayor seguridad energética, eliminando la dependencia exterior y, por supuesto, con importantes beneficios medioambientales para sus habitantes. Pero para poder disfrutar de todas estas ventajas, ha sido necesario llevar a cabo previamente multitud de inversiones en infraestructuras, nuevas tecnologías y planes de desarrollo y formación, que no todos los países se pueden permitir debido a sus elevados costes. Unas desigualdades que no solo se dan a nivel internacional, sino también entre regiones, en función de la capacidad económica de cada área.
Conviene también tener presente que los países más pobres son los más desprotegidos ante el cambio climático y tienen una menor capacidad para adaptarse a sus efectos adversos, debido a la falta de recursos y herramientas de contención. Pero, además, estos lugares aportan muchísimo menos a los niveles de contaminación y la emisión de gases efecto invernadero que los países más desarrollados, lo que hace que la situación que viven sea todavía más abusiva.
Un contexto de desequilibrio que también se puede dar entre personas que conviven en una región con distintos ingresos y oportunidades de desarrollo. Por ejemplo, un usuario con un nivel de renta más elevado será más fácil que pueda permitirse realizar el desembolso de adquirir un coche eléctrico o cambiar el sistema energético de su casa por uno basado en las fuentes renovables como la geotermia.