Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera han ido aumentando debido, sobre todo, a la acción humana, y más específicamente, al consumo de energía de origen fósil. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la energía es el factor que contribuye principalmente al cambio climático y representa alrededor del 70% de todas las emisiones mundiales de gases efecto invernadero (GEI). El 90% de estas emisiones son de CO2, debido a la combustión de los recursos fósiles y el 9% son metano (CH4), debido a la extracción, transformación y distribución de petróleo y gas.
El sector energético debe jugar un papel vital para hacer frente al gran reto global del cambio climático, ya que suponen el mayor número de emisiones de gases efecto invernadero a la atmósfera, pero no es el único, el sector industrial, el del transporte, la agricultura y la ganadería también representan una gran parte de la tarte de emisiones. Por lo tanto, si queremos alcanzar los objetivos de sostenibilidad para contribuir a la lucha contra el cambio climático, es necesario que se aborde un importante proceso de transformación para descarbonizar la economía, es decir, buscar nuevas formas de energía que generen bajas o nulas emisiones de CO2, el principal gas de efecto invernadero.
Durante los últimos años hemos observado que el mix energético – de donde procede la energía que consumimos - ha experimentado un cambio significativo, principalmente debido a los compromisos ambientales adquiridos por los distintos países. Hemos pasado de un mix energético en el que las energías renovles aportaban relativamente poco, a otro en el que se están consolidando como fuentes de energía fundamentales para la transición energética, sustituyendo progresivamente a los combustibles fósiles.
La fuerte penetración de fuentes de energía renovables se explica gracias a los avances tecnológicos y la innovación. La energía fotovoltaica, que aprovecha la energía solar, la eólica y otras fuentes renovables eléctricas ya forman parte de nuestro día a día, pero aún queda mucho por hacer.
Tenemos por delante un gran reto y es necesario apostar por todas las tecnologías bajas en emisiones en ámbitos tan relevantes como:
- La electrificación.
- La eficiencia energética.
- El hidrógeno renovable.
- Los biocarburantes avanzados.
- La captura, almacenamiento y uso del carbono (CCUS).
El sector energético tiene un papel determinante en el reto global del cambio climático, pero no es el único. El sector industrial, el del transporte, la agricultura y la ganadería también representan una gran parte de las emisiones de carbono.
¿Qué es la neutralidad tecnológica?
En este proceso de innovación para el desarrollo de nuevas tecnologías, más sostenibles con el planeta, no existe una solución única, sino muchas que se complementan entre sí, y es necesario dejar el espacio para que cada sector económico sea libre de desarrollar la tecnología más adecuada para cumplir con los retos de descarbonización a los que se enfrenta.
Para ello será necesario implementar soluciones acordes a las necesidades de cada sector económico; industria, transporte, agricultura, electricidad, y que estos asuman compromisos en el desarrollo de tecnología bajas en carbono sin perder competitividad en la economía global.
Asimismo, es imprescindible que los gobiernos impulsen grandes alianzas, basadas en la ciencia y la tecnología, que incluyan a empresas, inversores y ciudadanos. Y, sobre todo, que asuman una estricta neutralidad tecnológica. Es decir, que apuesten por aquellas opciones que permitan reducir el máximo de toneladas de gases efecto invernadero (GEI) con el menor coste para la sociedad y los ciudadanos, y con el mayor impacto positivo en la industria y en el empleo.