Los consumidores son parte activa del cambio y así lo pretende el sector energético en el reto de la transición energética. El consumidor ha pasado de ser un receptor de energía y servicios a ser parte activa del proceso.
Uno de los principales retos que afronta el sector energético es el de dar un nuevo papel a los consumidores para que se sientan parte activa del cambio.
Con la transformación del sistema hacia un modelo descentralizado, el consumidor pasa a ser clave. Su rol pasa a ser activo, ya no se trata de un simple receptor de energía o servicios, ahora puede ser productor, almacenador o participar en mercados energéticos ofreciendo flexibilidad al sistema. Esta nueva realidad es un reto para el sector, pero también una necesidad.
El consumidor se coloca en el centro de la estrategia y es imprescindible satisfacer sus necesidades y entender las tendencias del mercado para no quedarse atrás.
La política energética europea promueve que el consumidor ocupe un lugar central en el sistema energético, con el objetivo de mejorar la competitividad de las empresas y la toma de decisiones en los hogares.
¿En qué ámbitos se traduce este nuevo rol del consumidor?
En este nuevo rol, el consumidor puede tomar decisiones responsables e informadas sobre los productos y servicios energéticos, puede formar parte de comunidades energéticas locales y puede usar las nuevas tecnologías para analizar su consumo, reducir sus facturas e incluso generar su propia energía.
Este papel activo del consumidor en la demanda energética debe facilitar la integración de un mayor volumen de energía renovable y, ofrece la flexibilidad que requiere esta tipología de generación intermitente. Por otro lado, al recibir incentivos para responder en momentos de escasez en el sistema, se espera que consiga un incremento de la eficiencia y un consumo responsable.
¿Qué se puede hacer para acelerar este empoderamiento?
El primer paso para conseguir la activación del consumidor es dotarlo de información suficiente sobre su consumo de energía y el coste.
Para ello es vital dotar al consumidor de tecnología suficiente para que pueda conocer y controlar su instalación, por ejemplo, con el despliegue de los contadores inteligentes, así como una clarificación y estandarización de la información que contienen las facturas y las ofertas de prestación del servicio energético.
Sin embargo, el principal reto consistirá en la gestión de la información por parte de los consumidores y un nuevo diseño de los mercados que genere claros incentivos para que participen en él, con conocimiento suficiente sobre el impacto que tienen en el sistema global de energía. Como hemos visto, la gestión de la información ira muy asociada al desarrollo de la digitalización del sector energético.
Para que la gestión de la demanda funcione correctamente será necesario desarrollar marcos regulatorios estables y diseño de mercados que faciliten la participación, ya sea de forma directa o a través de agregadores de consumidores y que, además, generen los incentivos económicos adecuados para generalizar su uso. Las nuevas normativas también crearán oportunidades para que las empresas ofrezcan a los consumidores más servicios y de mayor calidad. Así se facilitará la innovación y la digitalización y se ayudará a las empresas europeas a lograr la eficiencia energética y el uso de tecnologías con bajas emisiones de carbono .