Yacimiento gas natural de Repsol

Aunque hablar de combustibles fósiles y de generación de energía de bajas emisiones pueda parecer contradictorio en un primer momento, lo cierto es que recursos como el gas natural pueden ser grandes aliados en el camino hacia la descarbonización.

Modernizar de arriba a abajo nuestro sistema energético y conseguir reducir de forma eficaz la emisión de gases efecto invernadero de sus procesos de producción, distribución y consumo es una tarea esencial para la conservación del planeta. Pero no es un objetivo sencillo de realizar, y más, teniendo en cuenta la gran dependencia que existe en la actualidad de las fuentes de energía fósiles tradicionales como el carbón o el petróleo. 

Hay que tener presente que aunque son muchas las diferentes alternativas energéticas de bajas emisiones que se están desarrollando en la actualidad, su implantación de forma extensiva entre la sociedad todavía no es inminente. Por ello, se hace necesario encontrar a corto plazo, otras vías para renovar y descarbonizar la producción de energía.

En este escenario, es precisamente donde materias como el gas natural pueden jugar un papel crucial, sobre todo, al tratarse de un recurso presente a gran escala en nuestro sistema energético y que, por lo tanto, puede actuar como enlace entre el viejo modelo de producción y el nuevo sistema totalmente renovable que necesitamos.

Qué es el gas natural

Se trata de un compuesto orgánico que está formado por la mezcla de varios gases, principalmente metano, presente en más de un 95% en su composición, según lo establecido en la legislación española. Es una de las fuentes de energía más utilizadas en nuestro país y su consumo, tanto en el sector doméstico como en el industrial, está muy extendido. 

Una de sus características más importantes es que, de entre todos los combustibles fósiles que utilizamos en la actualidad, el gas natural es el que tiene menor impacto medioambiental de todos ellos. 

Una situación que no solo se da durante su combustión, sino también en sus etapas de extracción, elaboración y transporte. El proceso de transformación desde su extracción es también mínimo y consta tan solo de una fase de purificación en la que se eliminan las impurezas que pueda contener.  

Datos tan positivos como que sus emisiones de CO2 a la atmósfera supongan la mitad respecto a las del carbón o que las de SO2 (dióxido de azufre) sean 2.500 veces menores que las que emite el fuel-oil, convierten al gas natural en un activo muy práctico a la hora de avanzar en la transición energética. Además, es también considerada una energía verde por el Parlamento Europeo desde el pasado julio, por lo que su relevancia actualmente es más que evidente. 

Cómo se forma

El gas natural, al igual que el resto de combustibles fósiles, se origina por medio de un proceso de degradación de la materia orgánica. Esto sucede de forma natural cuando varias capas de materia animal o vegetal se descomponen y a la vez, se exponen a un calor y a unas presiones muy intensas bajo la superficie de la tierra durante el transcurso de millones de años. 

Por ejemplo, podemos imaginar una zona de lago o de mar donde se fueron poco a poco depositando en su fondo grandes cantidades de restos orgánicos. Estos residuos quedaron enterrados bajo capas muy pesadas de sedimentos, soportando altas temperaturas y mucha presión en un entorno sin nada de aire. Este tipo de descomposición llamada anaeróbica, alteró químicamente esa materia e hizo que se desprendieran de ella una serie de gases como el gas natural.  

Almacenamiento y distribución

Una de las ventajas más útiles de este componente está directamente relacionada con su versatilidad a lo hora de ser manipulado en diversos estados. 

La forma más habitual en la que vamos a encontrarnos el gas natural es en estado gaseoso o seco, que se almacena fácilmente en enclaves subterráneos de gas o petróleo ya agotados, acuíferos, etc. Este gas se traslada de los yacimientos hasta los hogares o industrias por medio de gasoductos. 

Pero además, el gas natural puede pasar por un proceso conocido como licuefacción en el que se comprime y se refrigera a bajas temperaturas para convertirlo en un componente líquido. En este estado se le conoce como GNL o gas natural licuado, y de esta forma, se puede transportar y almacenar en barco a través de largas distancias sin la necesidad de infraestructuras ni tuberías. 

También merece la pena destacar el GNC o gas natural comprimido que se utiliza como combustible para vehículos – siendo una solución más sostenible que la gasolina o el diésel -  y que se forma almacenando gas natural a muy alta presión.

Usos del gas natural

Se utiliza como una fuente de energía con un alto poder calorífero en  ámbitos muy diversos y puede ser una buena alternativa de sustitución del carbón para la generación eléctrica a todos los niveles. 

Perspectivas del sector energético a largo plazo

El gas natural es la tercera energía primaria más consumida a nivel global, por debajo tan solo del petróleo y del carbón. La predicción para los próximos años es que para 2050 el consumo de gas se mantenga estable en el mercado y que pueda pasar a una segunda posición, debido a la reducción del uso del carbón y el aumento de las energías renovables. 

Gráficas

Matriz de energía primaria mundial en el escenario STEPS (Escenario Políticas Declaradas, por sus siglas en inglés) de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Global 202014.067,7 Mtpe 29%Petróleo 5%Otras renovables 24%Gas Natural Fuente: AIE y Dirección de Estudios de Repsol 26%Carbón 11%Biomasa 5%Nuclear
Global 205017.764,3 Mtpe 27%Petróleo 24%Gas Natural 16%Carbón 13%Biomasa 5%Nuclear 15%Otras renovables Fuente: AIE y Dirección de Estudios de Repsol

Ventajas y desventajas del gas natural

Si hablamos ahora de cuáles son los principales beneficios del uso del gas natural en la actualidad, el más significativo es la menor huella de carbono que deja en su emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.  Potenciar la utilización de gas natural frente a otros combustibles fósiles no solo sería más sostenible, sino que también ayudaría a descarbonizar rápidamente muchos sectores dependientes que pueden encontrar en el gas natural una vía sencilla y práctica de mejorar sus resultados medioambientales. 

Pero hay que tener presente que, como combustible fósil, el gas natural tiene también una serie de inconvenientes asociados. El principal de ellos es la emisión de metano a la atmósfera que produce, así como de dióxido de azufre, dióxido de carbono y óxidos de nitrógeno, aunque estos últimos en menores cantidades. Para paliar estos efectos, en mayo de 2020 la Comisión Europea estableció un conjunto de recomendaciones con el fin de lograr reducciones de emisiones de metano en toda la cadena de suministro de gas natural en la Unión Europea. Entre estas medidas se encuentran la de establecer un sistema sólido de verificación e informes de monitoreo para detectar y cuantificar mejor las emisiones, la puesta en marcha de campañas de detección y reparación de las emisiones fugitivas, así como la implantación de nuevas tecnologías que ayuden a fomentar su disminución. 

El biometano como alternativa complementaria al gas natural

Otro aspecto a tener en cuenta del gas natural es que tiene un origen orgánico y que por lo tanto, es una materia limitada en la naturaleza. La buena noticia es que las últimas novedades tecnológicas del sector de la energía han encontrado un sustituto realmente útil para el gas natural en el futuro: el biometano.

El componente principal del gas natural es el metano y este puede también producirse mediante procesos de fermentación bacteriana de la materia orgánica procedente, por ejemplo, de aguas residuales o de residuos sólidos urbanos. Este procedimiento da como resultado una fuente de energía renovable sin apenas huella de carbono con usos muy similares al del gas natural y que puede utilizarse en otros procesos renovables, como el de la producción de hidrógeno. Además, también merece la pena destacar al biogás como otra de las alternativas con mayor potencial en este campo y que se obtiene también a partir de materia orgánica biodegradable. 

Aunque el gas natural parece encaminado a convertirse en un actor de gran relevancia en la renovación del sistema energético, en los últimos meses la guerra de Ucrania ha supuesto un antes y un después para este mercado, aumentando su nivel de inestabilidad. Una situación debida a los cortes de suministro desde Rusia, uno de los principales exportadores de gas a nivel internacional, como consecuencia de las sanciones que se le han impuesto a nivel comunitario y a la posibilidad en el futuro de que el país paralice por completo la venta de este producto a la Unión Europea. 

Para lidiar con esta situación tan complicada, no solo a nivel económico por el aumento de los precios sino también a nivel social por las posibilidades de carestía de cara al próximo invierno, la Comisión Europea ha puesto en marcha un ambicioso plan llamado REPowerEU destinado a terminar con la dependencia a los combustibles fósiles rusos. 

Entre las principales medidas acordadas en el plan se encuentran: 

  • Fomentar el ahorro en el consumo de gas en particulares y en industrias. Según las indicaciones recientemente establecidas en el Plan de Emergencia de la Comisión Europea, se pide que de forma voluntaria los países reduzcan un 15% el uso de este combustible desde agosto hasta finales de marzo del 2023. Una reducción que podría llegar a ser obligatoria si la situación con Rusia no mejora.  
  • Cumplir con los objetivos de almacenamiento. Los estados comunitarios tienen que tener sus reservas de gas al 80% de capacidad para el 1 de noviembre de 2022. Además, se establecen mecanismos solidarios entre ellos para compartirlo, debido a las desigualdades de dependencia que existen.  
  • Apostar por producir otro tipo de energías más limpias como el hidrógeno y el biometano. El objetivo con el hidrógeno es conseguir 20 MT para 2030 - 10 MT de producción interna y 10 MT por medio de importaciones -, mientras que para el biometano la meta es lograr los 35 BCM para 2030 y multiplicar así por doce la producción actual.
  •  Diversificar los suministros de energía. Bien buscando gas en otros mercados aparte del ruso, realizando compras comunes a nivel europeo e incrementando la relevancia del gas natural licuado que es más flexible a la hora de transportarlo. 

Medidas muy potentes con las que Europa busca conseguir ser todavía más soberana en el uso y consumo de energía, sin dejar de avanzar en los objetivos de sostenibilidad marcados y que son tan relevantes para combatir el cambio climático. Suponen también una apuesta muy clara por el gas natural que, a pesar de estar pasando por un periodo complejo, es un valor seguro que puede ser de gran utilidad en el camino hacia la transición energética y que cuyo flujo es necesario asegurar a futuro.