Gestión de residuos

Nuestros patrones de consumo generan cada día millones de toneladas de residuos que, si no se gestionan adecuadamente por medio de tratamientos de reciclaje, acaban acumulándose en vertederos con consecuencias que, no solo son nocivas para el medioambiente, sino también para la salud pública. Aprender a sacar un mayor partido a estos desechos y hacer un uso eficiente de los recursos de los que disponemos, es más que nunca una necesidad imperiosa que afrontar, si queremos asegurar el futuro del planeta y de su ecosistema.

Tan solo en nuestro país, la economía española generó 105,6 millones de toneladas de residuos en 2020, de los cuales, tan solo el 54,7% se destinaron al reciclado, según los últimos datos recogidos en el INE.

Para lidiar con este desafío es necesario empezar a aplicar, desde ya, nuevos sistemas de producción y consumo basados en la economía circular y en el desarrollo sostenible. No solo de cara a reducir la generación y la cantidad de estos residuos, si no también teniendo en cuenta todas las ventajas que una correcta gestión de los mismos puede aportar a un objetivo tan relevante en la actualidad como es el de avanzar en la transición energética.  

Gestión de residuos 

El objetivo principal es evolucionar hacia un modelo de residuo cero, un sistema de consumo basado en la eficiencia y la optimización, donde se aspira a alargar al máximo la vida útil de los recursos. De esta forma, no solo se reduciría la cantidad de materias primas nuevas a consumir por los usuarios, sino que disminuirían también radicalmente los residuos generados al aumentar su periodo de uso. 

Para conseguir implementar este nuevo paradigma en el entorno económico y social, la economía circular es nuestra mayor aliada. Se trata de una forma de producción y consumo basada en la reutilización y en el reciclaje de los productos ya existentes, teniendo en cuenta factores como su diseño, el impacto medioambiental y su ciclo de vida. Este sistema se basa en la puesta en marcha de una serie de principios de actuación conocidos como “R”, debido a que estos conceptos en inglés empiezan todos por esta letra. 

Estos principios han ido evolucionando y ampliándose con el paso de los años, para ajustarse a las necesidades actuales en este ámbito. Por ejemplo, en los años 70 empezó a hacerse referencia a tan solo 3R (reducir, reusar y reciclar), mientras que no fue hasta 2017 cuando Jacqueline Cramer amplió el rango hasta las 10R. Posteriormente, Ellen MacArthur sustituyó una de las “R” por Repensar, hasta dar lugar el esquema de las 9R que seguimos en la actualidad y que nos sirve para asegurar que la utilización que se va a hacer de un producto es la más efectiva posible. Hay que tener en cuenta que, aunque ahora hablemos de 9R, lo cierto es que técnicamente siguen siendo 10R, debido a que uno de los fundamentos se ha rebautizado como R0 y no se contabiliza. Con esta particularidad, las líneas de acción vigentes son las siguientes:
 

Promover la valorización de los desechos, tanto para la generación de energía como para la reutilización de los recursos sólidos, es una estrategia clave a la hora de favorecer el cambio hacia un modelo energético más sostenible y consciente.

Las 9R
RepensarRepararReciclarRecuperarLasde la ECONOMÍACIRCULAR9RReutilizarReducirReplantearRemanufacturarRestaurar Lasde la ECONOMÍACIRCULAR9RRepensarReducirReutilizarRepararRestaurarRemanufacturarReplantearReciclarRecuperar
  • R0 Rechazar. Dejar de utilizar un producto o sustituirlo por otro más circular.
  • R1 Repensar. Intensificar el uso del producto, maximizando su valor. Fomentar patrones de uso compartido entre diferentes usuarios.
  • R2 Reducir. Mejorar la eficiencia de los procesos de producción para minimizar el uso de recursos y materias primas.
  • R3 Reutilizar. Fomentar la reutilización de los productos entre diferentes usuarios, cuando deja de ser útil para uno de ellos, manteniendo la función original del mismo. 
  • R4 Reparar. Mantenimiento y reparación de los productos con el fin de incrementar su vida útil y uso original.
  • R5 Restaurar. Restaurar un producto con el fin de seguir utilizándolo.
  • R6 Remanufacturar. Utilizar algunas partes de un producto en desuso para fabricar un nuevo producto con la misma función original.
  • R7 Replantear. Utilizar algunas partes de un producto en desuso para fabricar un nuevo producto cambiando la función del producto original.
  • R8 Reciclar. Procesar materiales al final de su vida útil con el fin de obtener los mismos o inferiores niveles de calidad y utilizarlos de nuevo en la fabricación de nuevos productos.
  • R9 Recuperar. Incineración de materiales con recuperación energética.

 

Consecuencias positivas de las 9R:

  • Medioambientales: Ayuda a mitigar el cambio climático, reduce la cantidad de basura y previene la contaminación.
  • Económicas: Se reduce la compra de materias primas, la dependencia comercial y se prima la autosuficiencia.
  • Sociales: Se crean puestos de trabajo y se asegura el suministro energético para las generaciones futuras.

Valorización de residuos 

La gestión de los residuos puede ser también clave en el proceso de transición energética por medio de la valorización. Este concepto hace referencia al proceso de reconvertir los residuos para cumplir con un objetivo en concreto, como generar energía o crear nuevas materias primas. Encontramos dos modalidades básicas de valorización de residuos: energética y de materiales sólidos. 

1. Valoración energética 

Utilizar residuos como una fuente de energía alternativa puede generar importantes beneficios en materia de sostenibilidad, aprovechamiento y cambio de modelo energético. 

Lo primero que tenemos que saber es que no todos los tipos de residuos se pueden convertir en energía. Para este fin se utilizan principalmente desechos orgánicos, pero también hay otros materiales como los plásticos que pueden ser convertidos en energía aplicando los procesos adecuados. 

Si nos centramos en los residuos de origen orgánico, estos pueden provenir de industrias como la alimentaria o la ganadera, de residuos agrícolas, forestales o de los restos urbanos que generamos en nuestro día a día. A esta materia orgánica biodegradable, también conocida como biomasa, se le aplican diferentes técnicas mecánicas, termoquímicas y biológicas que provocan su descomposición, en un proceso durante el cual se libera energía. Algunos de los principales ejemplos de valorización energética con biomasa son: 

  • Biogás. Un tipo de gas renovable que puede utilizarse como energía, pero también como combustible. Se produce mediante un proceso de digestión anaeróbica de la materia orgánica por medio de bacterias y otros microorganismos. 
  • Biometano. Este gas se obtiene a partir del biogás, por medio de un proceso llamado upgrading que retira algunas impurezas de la composición como el CO2. Con este nuevo grado de pureza, la proporción de metano es mayor y permite que pueda ser incorporado sin problema a la red de gas. 
  • Biocombustibles. Los desechos orgánicos son también una fuente para la generación de biocombustibles. Es el caso del biodiésel que se crea a partir de aceites vegetales, de grasas animales o de aceites de cocina usados, o del bioetanol, un tipo de alcohol que se obtiene a partir de diferentes tipos de plantas como la caña de azúcar, la remolacha o el maíz.
     

Si hablamos acerca de los tratamientos que existen para la gestión de este tipo de residuos valorizables, nos encontramos con que hay dos vertientes principales.  En primer lugar, tenemos los tratamientos térmicos, entre los que se incluye la incineración, la pirólisis o la gasificación. Básicamente, estos procesos lo que tratan es de provocar una reacción química utilizando las altas temperaturas. Además, se suele aprovechar el calor obtenido para la generación de vapor de agua que puede servir también para generar energía. 

Por otro lado, estarían los tratamientos biológicos de digestión basados en la utilización de microorganismos, como las bacterias, encargadas de realizar el proceso de descomposición por medio de la rotura de las moléculas y de sus enlaces.  Puede ser procesos aerobios o anaerobios, en función de si hay o no presencia de oxígeno.

2.    Valoración de materiales sólidos 

Hay residuos que también pueden reciclarse total o parcialmente para dar lugar a nuevas materias primas que nos ayuden a suplir, por ejemplo, la falta de suministros de piezas o elementos en cadenas de producción.  

En función del tipo de deshechos que se utilicen, se pueden obtener diferentes modalidades de materias primas:

  • Componentes electrónicos. Son muchas las industrias de generación renovable que dependen de piezas muy concretas para poder operar. Las placas solares, los motores de los aerogeneradores o las baterías de los vehículos eléctricos utilizan en sus estructuras materias primas que no siempre son tan sencillas de conseguir, como en el caso de los minerales críticos, y su producción acaba muchas veces viéndose lastrada por esta escasez. Una solución para este problema es apostar por el reciclaje de materias sólidas y la valoración de este tipo de componentes electrónicos, intentando alargar al máximo su periodo de vida útil y reacondicionarlos para darles una segunda vida. De esta forma, la dependencia de compra se reduce y es más sencillo producir estos aparatos de generación renovable y aprovechar todas sus ventajas para la transición energética. 
  • Otros residuos. El papel y el cartón, los plásticos ligeros, el vidrio, la madera o los metales, son también desechos sólidos que pueden valorizarse para reconvertirse en materias primas. Todo proceso de reciclaje suma en la economía circular y es un paso más hacia el objetivo de lograr un modelo residuo cero. 

Para este tipo de labores se suelen utilizar tratamientos mecánicos, con técnicas para trocear el material e introducirlo después en una extrusora con la que fabricar granza reciclada, como en el caso de los envases ligeros de plástico. Los tratamientos mecánicos también incluyen el proceso de selección y la clasificación de los residuos, pudiendo ser manual o automático, así como el prensado o el embalaje de los materiales para su posterior reciclaje. También merece la pena destacar en este apartado los tratamientos electroquímicos que se utilizan para la recuperación de metales.  

Residuos no valorizables 

En muchas ocasiones, no es viable reciclar determinados tipos de residuos. Bien porque no existe un proceso adecuado para ello, no es seguro o porque no es lo suficientemente rentable. Es el caso, por ejemplo, de los residuos radioactivos o corrosivos, como el ácido sulfúrico o los sobrantes tóxicos.  

En estas ocasiones en las que el reciclaje no es posible, hay que poder garantizar el fin adecuado de su ciclo de vida manteniéndolos en lugares seguros, tanto para las personas como el medioambiente, y minimizando su impacto. Además, también sería necesario reducir su producción y consumo para evitar generar más cantidades. 

El papel de la sociedad

En la adopción de la economía circular y la conversión de residuos en materias primas, la concienciación de los ciudadanos juega un papel fundamental. Empresas, hogares y entidades públicas tienen que ser partícipes de este proceso de cambio en la gestión de los residuos y, sobre todo, aportar su granito de arena para reducir el consumo de recursos naturales.

En el caso concreto de nuestro país, se ha puesto en marcha el plan PERTE de Economía circular, un proyecto estratégico que busca acelerar la transición hacia un sistema productivo más eficiente y sostenible en el uso de materias primas y la reducción de la huella ecológica. El programa incluye ayudas por valor de 492 millones de euros y se espera movilizar recursos superiores a los 1.200 millones hasta el año 2026.